Cuatro meteduras de pata para aprender...
La historia de la insensatez humana va pareja con… la historia de la
humanidad. Normalmente las personas suelen tomar la peor decisión en el
peor lugar siempre que esto coincida con el peor momento. Incluso así,
algunas elecciones llaman nuestra atención por lo desacertadas.
Escogemos algunas de ellas, unas históricas, otras legendarias y otras
pueriles para ilustrar que nuestra capacidad para equivocarnos es tan
perseverante y necia como nosotros mismos.
Príamo y el caballo de Troya
Una metedura de pata legendaria. Se suele utilizar el cuento del
caballo de Troya como ejemplo de la astucia de los griegos en general y
de Ulises (u Odiseo) en particular. Pero es la argucia
más burda desde que David detuvo el sol. Veamos el escenario: después de
nueve años asediando la ciudad de Troya a los griegos ya no se les
ocurría nada. Es entonces cuando el augur Calcante
observa a un halcón persiguiendo a una paloma que se esconde del ave de
presa en una grieta. El halcón se quita de su vista un rato, la paloma
sale confiada y el halcón la atrapa. ¿Qué nos enseña esto? Que los
griegos estaban tan aburridos que empezaban a hacer caso a los adivinos.
En otras versiones la ocurrencia es de la diosa Atenea.
Da igual. El mérito se lo queda Ulises para siempre. El resto de la
historia es conocida. Pero, ¿quién es el verdadero protagonista de esta
moraleja? Evidentemente el rey troyano Príamo que es el
que ve un caballo gigante de madera abandonado delante de las intactas
murallas de su ciudad y se pone tan contento que ¡ordena tirar parte de
las murallas para meter dentro el chisme! ¿Cómo acaba la cosa? Los
griegos entran en Troya y matan a todo el mundo.
El telegrafista del Titanic
Se le suele echar la culpa del célebre naufragio del Titanic al capitán del barco por no ordenar reducir la velocidad, pero la verdad es que al muy competente Edward John Smith se le escamotearon datos. El día de la catástrofe, por delante del Titanic y en su misma ruta, estaba el SS Californian;
otro barco de pasajeros, mucho más pequeño, que también se había metido
en líos yéndose demasiado al norte y estaba parado en medio del hielo.
El SS Californian se hartó de mandar mensajes sobre el
estado del mar (y de los icebergs) de la zona. Pero el día antes del
naufragio el telégrafo marconi (así se llamaba el aparato) del Titanic se estropeó y el teleoperador Jack Philips (nuestro hombre) y su ayudante Harold Bride estuvieron reparándolo… ¡siete horas!
Al día siguiente, ya el del naufragio, estaban, comprensiblemente,
hasta el gorro del marconi. Además los pasajeros se ponían pesados con
los mensajes que no habían podido mandar durante la avería. Philips
decidió no contestar más al SS Californian que, después de avisar al Titanic
de que tenían un iceberg en el camino, apagó el aparato a las diez y
pico de la noche, cansado y ofendido al ver cómo Philips ignoraba
repetidamente sus mensajes.
Philips nunca le pasó esa información al puente de mando. Y eso fue todo. De hecho cuando el Titanic se hundía el SS Californian (con
el aparato telegráfico apagado) estaba a dieciocho kilómetros. Incluso
vieron sus señales luminosas y no las hicieron caso alguno, tomándolas
por cosas de los chulos del Titanic.
Luego, es justo decir que Philips se quedó en el barco desgañitándose
en el marconi y buscando ayuda; y murió, como el capitán, con el barco.
Los Rolling Stones en Altamont.
A finales de 1969, después de terminar su gira por EEUU y como apoteosis final los Rolling Stones ebrios de éxito improvisan un festival con varios grupos: Santana, Jefferson Airplane, The Flying Burrito Brothers, The Greateful Dead (que vieron el ambiente y obviaron sabiamente su actuación) y Crosby, Stills, Nash and Young.
Después de descartar varios lugares para la kermesse finalmente
deciden actuar en un descampado del norte de California, sin
instalaciones para acoger a una multitud y con un escenario que no se
levantaba más de metro y medio del suelo. Para dominar a la chusma
cuentan con Los Ángeles del Infierno, un grupo de moteros camorristas conocidos por ser… un grupo de moteros camorristas.
Lo oportuno de la elección se ve enseguida: según baja del
helicóptero a Mick Jagger un espectador le mete una castaña. Luego la
cosa no mejora. En la séptima canción del show de los Rolling Stones (el
último, claro) un negro chalado saca una pistola y uno de los angelitos
le mete cinco puñaladas. Tocan nueve temas más con un Jagger
visiblemente acojonado y se suspende el festival.
Moraleja: deja que se ocupe de la seguridad alguien a quien la
seguridad le preocupe. Y ya está. Como diría Homer Simpson: se puede
decir que los sesenta del amor terminaron ese diciembre de 1969.
Los acuerdos de Bretton Woods
En 1944 en un hotel de New Hampshire (EEUU) se celebra una
conferencia financiera donde cuarenta y cuatro países (entre ellos,
España, claro) deciden crear un nuevo orden económico internacional.
Entre otras brillantes ideas tienen la de crear el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.
Ahora cuando los países tienen déficits deben financiarlos a través de
las reservas internacionales o mediante los préstamos de este simpático
organismo. También equiparan el oro al dólar como patrón (es decir, un
país tiene tanta riqueza como oro o dólares puedan respaldarla).
Todo esto se va al garete con Vietnam cuando Nixon devalúa el dólar,
abriendo la puerta para que todos los países puedan hacer lo mismo.
Ahora las fortunas de los países ya no tienen respaldo ni del oro ni del
dólar y sus reservas se convierten en prácticamente imaginarias. Es el
origen de la moderna reserva fraccionaria, el sistema
con el que los bancos pueden operar con uno o dos por ciento de su
capital (su coeficiente de caja). Es decir: si un banco tiene un dólar o
un euro puede dejar (ellos lo llaman negociar u operar) cien. Qué risa ¿Eh?
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