Memoria de perro
¿Saben los animales qué son el pasado y el futuro? La ciencia investiga
si tu perro recuerda el paseo de ayer, y si planea el de mañana.
Pancho
Detrás de los amorosos ojos perrunos de Pancho, su mente
está zumbando, recordando el paseo de ayer: la hierba, una ladera del
parque y hasta un conejo que corre a esconderse. Casi sonríe al
recordarlo, y se pregunta si le dará tiempo a echarse una siestecita
antes del garbeo de hoy. Para unos investigadores de la inteligencia
animal, esta escena obedece a la realidad, y para otros es pura ficción.
¿Pueden los animales reconstruir eventos pasados e imaginarse a sí
mismos en futuros escenarios, o es algo que solo nosotros podemos hacer?
El neurocientífico Endel Tulving comenzó a estudiar en 1983 la memoria
episódica humana; es decir, cómo la mente es capaz de recrear momentos
concretos de su pasado e imaginarse en el futuro. Ya en 1997, Thomas
Suddendorf y Michael Corballis, de la Universidad de Auckland (Nueva
Zelanda), acuñaron la expresión “viaje mental en el tiempo”, y afirmaron
que esta podría ser una de esas características cognitivas que
distinguen al Homo sapiens. Pero crece el número de expertos que creen
que otras especies pueden recordar un suceso en un tiempo y lugar
específicos, más allá del conocido comportamiento aprendido. Esa es la
gran discusión: que un elefante recuerde a alguien que le hizo daño no
significa que sepa colocar ese suceso en la línea de tiempo respecto a
otros episodios de su vida. Lo difícil es probarlo, porque los humanos
podemos verbalizar nuestra memoria y nuestros planes, pero los animales
no. Quienes creen que los animales tienen memoria episódica se basan,
por ejemplo, en que los delfines son capaces de repetir la última
acrobacia que acaban de hacer, porque la distinguen en el tiempo (véase
la última página de este reportaje). Y parece que las palomas y las
ratas también.
¿Dónde habré puesto yo…?
El mayor
éxito al respecto es de 1999. El primatólogo Emil Menzel, de la
Universidad Stony Brook (Nueva York), demostró unas habilidades
memorísticas aún más sorprendentes gracias al chimpancé Panzee, al que
había enseñado a comunicarse señalando símbolos. Menzel escondió comida
en la jaula mientras el chimpancé observaba. Hasta 16 horas después, el
primate logró guiar a sus cuidadores mediante signos y gestos hasta esos
escondites, aunque ellos no sabían qué se había escondido ni dónde.
¿Será porque los chimpancés son casi humanos? No. Los arrendajos de
matorral occidentales, de la familia de los cuervos, y con un talento
peculiar para esconder y recuperar comida, van más allá. En 1998, Nicola
Clayton y Anthony Dickinson, de la Universidad de Cambridge,
demostraron que pueden recordar no solo dónde han escondido un bocado,
sino también qué han escondido y cuándo. Si, por ejemplo, un gusano de
cera (Galleria melonella), caviar en el mundo de los arrendajos de
matorral, está enterrado mucho tiempo, empieza a descomponerse. El ave
parece que lo sabe, y ni siquiera se molesta en recuperar gusanos que
hayan sobrepasado su “fecha de caducidad”. ¿Eso demuestra ese “viaje
mental en el tiempo”? No: pueden registrar simplemente cuánto tiempo
hacía que habían enterrado la comida. Lo mismo puede decirse de las
habilidades de Panzee, según Suddendorf: “Yo puedo saber dónde están las
llaves de mi coche sin tener necesariamente que recordar haberlas
dejado ahí”.
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