Dos satélites de observación de la Tierra, han permitido descubrir una sorprendente acumulación de agua dulce en el océano Ártico occidental que se ha formado en los últimos 15 años y que genera un abombamiento de la superficie marina. El nivel del mar en esa zona ha subido unos 15 centímetros desde 2002 y el volumen de agua dulce concentrado ha aumentado en unos 8.000 kilómetros cúbicos. Un cambio en la dirección de los vientos, advierten los investigadores, podría provocar el vertido de esa acumulación de agua dulce hacia el océano Atlántico y atenuar el efecto de la corriente del Golfo, lo que significaría una caída de las temperaturas en Europa.
Katharine Giles (Centro Polar de Observación y Modelización, en el Reino Unido) y sus colegas han utilizado los datos tomados por los satélites Envisat y ERS-2, de la Agencia Europea del Espacio (ESA), para medir el nivel del Ártico occidental desde 1995 hasta 2010. Estiman que el volumen de agua dulce en esa acumulación es ya de unos 8.000 kilómetros cúbicos, lo que significa aproximadamente el 10% de toda el agua dulce en ese océano, según informa la ESA en un comunicado. Los investigadores publican su trabajo en la revista Nature Geoscience, que ha adelantado en internet el artículo.
Los científicos concluyen que la acumulación de agua, y el consiguiente abombamiento de la superficie marina podría ser consecuencia de la aceleración de un gran sistema de circulación oceánica denominado Giro de Beaufort, debido a los fuertes vientos Árticos. “Una posibilidad es que el hielo marino actúe como una barrera entre la atmósfera y el océano, de manera que los cambios en la cubierta de hielo cambiaría también el efecto del viento sobre el océano”, explica Giles.
Los científicos concluyen que la acumulación de agua, y el consiguiente abombamiento de la superficie marina podría ser consecuencia de la aceleración de un gran sistema de circulación oceánica denominado Giro de Beaufort, debido a los fuertes vientos Árticos. “Una posibilidad es que el hielo marino actúe como una barrera entre la atmósfera y el océano, de manera que los cambios en la cubierta de hielo cambiaría también el efecto del viento sobre el océano”, explica Giles.
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