Caza Comunitaria Nocturna
El relato que sigue es una narracíon veraz y exacta de las horas vividas por mi en las escaleras de la comunidad de vecinos de mi casa.
17 de Noviembre de 2006, viernes:
La preocupación por la situación existente desde hacía ya mas de un año se había convertido en obsesión. El problema no se resolvía y su resolución se convirtió en una necesidad del grupo. Todos lo comentaban pero nadie sabía cómo actuar. La desconfianza de unos en otros aumentaba de día día. Se dudaba hasta de las personas que, durante años fueron amigos. Las conversaciones con los vecinos siempre derivaban al mismo asunto...
Había que resolver la situación creada. El grupo se sentía humillado; había que actuar.
Personalmente traté de idear algún método que permitiera conocer a la persona que creaba los problemas todas las noches: micrófonos, cámaras espía, ocultamiento en algún recoveco de la escalera...
El problema es sencillo: Durante más de un año una persona de la comunidad se levanta por la noche y baja a manchar todos los cristales de las puertas del portal comunitario. Esto sucede desde que se contrató a una empresa de limpiezas para que realizara este servicio. Algunos de los vecinos no estaban de acuerdo, pero el contrato se aprobó por mayoría.
La persona mancha los cristales con restos de fruta, mermelada o grasa de freir. Dia tras día, ya durante más de un año.
00:00 horas:
El problema se genera por la noche. Cuando, todas las mañanas, salgo a a las 7:40 para ir a trabajar ya ha sucedido todo. Hoy voy a tratar de descubrir al culpable.
Me visto apropiadamente: ropa oscura para poder pasar inadvertido, calzado cómodo para poder correr hacia arriba y hacia abajo por las escaleras. Luces de casa, apagadas. Ventanas de la terraza y de la galería semiabieras para poder observar las luces de la vecindad.
A oscuras salgo al pasillo y llamo a los dos ascensores. Alli volverán una y otra vez, durante toda la noche. Desde la puerta entreabierta, observo su luminosidad que me permite conocer cuando se mueven.
La noche va a ser larga y puedo fracasar. Temo que puede convertirme en cazador cazado, pero debo seguir adelante. Silencio, silencio... El ruido de los vecinos va disminuyendo y las luces comienzan a apagarse.
Enseguida uno de los ascensores comienza a bajar. Por el hueco de la escalera observo que va al segundo piso. A oscuras bajo por la escalera hasta el tercero, desde donde puedo observar, en postura acrobática, lo que sucede en el piso inferior. Llego tarde y la persona baja al portal. Desciendo rápidamente. Nada. Todo esta bien. Los cristales siguen limpios.
Inicio la subida al quinto piso, por la escalera. Al llegar a mi destino, el ascensor que permanece alli cierra sus puertas y comienza a ascender. Al séptimo. Yo, al sexto. Llego tarde. Nueva bajada por la escalera hasta el portal. Permanezco con la puerta entreabierta unos segundos antes de salir. El vecino puede volver y el sospechoso entonces sería yo. Sudo, más por la tensión que por el esfuerzo. Salgo a la calle; la lluvia se convierte en un compañero agradable. Observo las ventanas de los vecinos, buscando luces encendidas. Al mirar hacia arriba las gotas caen en mis ojos, una sensación agradable.
Vuelvo a casa, al quinto piso. Llamo de nuevo a los ascensores. Siento un desagradable calor. Bebo agua. Me siento frente a la puerta entreabierta en una incomoda silla. Hay que esperar; estoy muy nervioso.
Llegan un par de vecinos jóvenes de recogida nocturna del viernes. Subo y bajo una decena de veces. Nada. Comienzo a sentirme cansado. ¿Por qué tengo que estar como un zorro al acecho mientras todos duermen?
03:30 horas:
Cansado y aburrido, bajo por última vez a ver el estado del portal. Todo bien. Me voy a la cama. No ha merecido la pena. He perdido el tiempo y me siento ridículo. No volveré a hacerlo.
19 de Noviembre, sábado:
9:00 horas:
Salgo de casa a comprar el periódico... ¡Vaya! El vecino dañino actuó... Los cristales estan sucísimos. Cada día es más eficiente en su actividad nocturna. !
Resto de la semana:
Todos los días observo con enorme rabia los resultados de la actuación nocturna de vecino. No puedo deducir qué tipo de motivación puede tener para persistir en su actuación noche tras noche.
No se puede soportar esta situación. El viernes próximo, volveré a la caza nocturna.
Ya tengo una ventaja: sé que actúa entre las 3 y las 7 y media de la mañana.
Semana siguiente
25 de Noviembre, viernes.
00:00 horas:
Me voy a la cama. Confío en que el vecino actúe después de las tres de la mañana. Programo el despertador para las 3:00 horas.
No puedo dormir. Intento leer, pero no consigo enterarme de lo que leo. Estoy nervioso y pendiente de la noche que me espera. Quizás hoy pueda identificar al vecino dañino, o al menos saber en qué piso vive.
Me levanto sobre la 1:00. Tomo un buen café. ¿Hace calor en casa o es mi nerviosismo? Me disfrazo: ropa oscura, zapatillas. Preparo la silla, llamo a los ascensores.
Nada. El ascensor sólo sube a gente joven que vuelven de sus salidas nocturnas. Me aburro. Me llevo el ordenador portátil a mi observatorio, pero temo que la luminosidad de la pantalla delate mi presencia. Además me impide ver bien los movimientos de los ascensores.
Bajo corriendo media docena de veces. En la calle, un fortísimo viento; varios árboles han caído hoy y aplastado coches. ¿Estaría mi querido vecino dentro de alguno de ellos? Me temo que no… Llueve, me paseo un rato. Pasa la policía y me observa con interés. Afortunadamente sólo queda en eso.
La noche continúa, aburrida. Una docena de falsas alarmas; una docena de bajadas y subidas entre el quinto piso y el portal. Abajo, todo bien. Los cristales del portal siguen limpios.
Por las ventanas observo la actividad nocturna de mis vecinos, delatados por las luces de sus ventanas. Me sorprende comprobar la notable actividad que hay en varias casas. Parece que el insomnio es un compañero habitual (por sus edades, no quiero pensar en que realicen otro tipo de actividades.)
Al acercarme a la puerta, golpeo con la cabeza en el telefonillo del portero automático. Creo que el ruido se escucha desde la calle. ¿Debería ponerme el casco de la moto?
Pasa el tiempo, subo y bajo otras seis veces, a oscuras. Varias falsas alarmas. En un momento dado me descuido y compruebo una inusitada actividad de ascensores. No puedo bajar por la escalera; en el tercero hablan dos personas. Se desatan mis nervios. Siempre sospeché que el culpable residía en el tercero.
Al estar la escalera ocupada, bajo por el ascensor. En el portal, todo bien.
05:45 horas:
Decido acostarme. No merece la pena continuar. Bajo una vez más a comprobar que todo está bien. Subo por la escalera, a oscuras, como siempre.
Al llegar al quinto, miro hacia abajo y observo que el vecino del tercero, Pepe, baja andando por las escaleras. Sólo enciende la luz de su rellano… El resto desciende a oscuras… ¿por qué? ¿Se van a confirmar mis sospechas y va a ser “la mano negra” comunitaria? Siempre pensé mal de él...
Bajo a ver. Todo está bien. Ni rastro de Pepe.
Subo por las escaleras. Los dos ascensores permanecen en el quinto.
De nuevo en mi observatorio. Me aburro. Estoy cansado.
6:00 horas:
Una última mirada. Hay ruido en el rellano de mi piso. Todo casi oscuro, iluminado por la luz de los ascensores. De repente, el vecino del otro extremo del rellano del quinto, Mariano, sale de casa y, a oscuras, toma el ascensor. Deseo, con sinceridad, que no sea él el ser indeseado. Me cae bien.
Carrera por las escaleras hasta el bajo. Cuidado, ¡aquí pasa algo! El portal está completamente a oscuras. Yo sé que Pepel tiene llave del cuarto de luces. No hay nadie. ¿Dónde se ha metido Pepe? ¿A dónde iba Mariano un sábado que no trabaja?
Salgo a la calle, sigue lloviendo. Me mojo un rato. Vuelvo a entrar. Despacio…
Me siento observado y algo asustado. Los cristales están bien. Subo el tramo de escaleras que conducen a los ascensores. A la derecha está la puerta de las escaleras…
¡Cuidado! Esta entreabierta unos centímetros. Cuando bajé antes por uno de los ascensores, no estaba así. ¿Habrá alguien ahi?
Me acerco despacio a la puerta y, por el espacio que queda al estar entreabierta, introduzco la mano y el brazo para pulsar el interruptor de la luz, que se encuentra en el interior…
Todo está a oscuras… y de pronto… ¡Ay! Dos fuertes manos me agarran el brazo derecho desde detrás de la puerta.
…a modo de epílogo:
Y sentí verdadero miedo. Esperé una agresión y me preparé para la defensa.
A la vez que me agarraban del brazo, alguien dijo:
- ¡Tranquilo vecino! ¡No pasa nada, somos nosotros!
Conocí la voz. Era Pepe. A su lado estaba Mariano.
- ¿Qué hacéis aquí? –les pregunté.
- Lo mismo que tú –me respondió Mariano.
La situación pasó de dramática a jocosa. Resulta que ellos dos habían acordado, la noche anterior, verse a las 6 de la mañana y localizar al autor de la suciedad diaria del portal. No sabían que yo iba a lo mismo. En un primer momento fui el principal sospechoso para Mariano. Para Pepe, no, ya que conocía, desde hacía tiempo, quien era el autor de los problemas comunitarios. Nos comentó Pepe que hacía meses descubrió a la persona que manchaba el portal. Pero no estaba dispuesto a decirlo. Sólo nos dijo que esperáramos hasta las 6:45 ó 6:50, hora habitual de actuación de la persona. Para él era la tercera noche de cacería. En una ocasión anterior vio a la persona manchar los cristales estando él frente a la puerta. La persona estaba tan concentrada en su acción que no le vió… Sólo nos confesó que era del quinto piso para arriba… Finalmente nos dijo quien era, tras mucho insistir. Sin embargo, dijo que si había problemas él iba a negar todo. Creo que la postura era lógica. Conocer la autoría fue una sorpresa.
De repente… ruido en el sexto. Un ascensor comienza a subir. La luz del rellano no se enciende. La persona entra en el ascensor a oscuras. Por una rendija entre la puerta y su marco, vigilamos desde la escalera...
La persona sale del ascensor… la cámara de video para grabar, no es empleada. La persona, al salir, extrae de su bolsillo una bolsa de plástico, Poniendo la mano por debajo y poniéndola casi al revés, mancha los cristales con su contenido (aparentemente aceite usada de freír). Después, sale a la calle y arroja la bolsa al contenedor de la basura.
Salimos y le saludamos:
- Buenos días.
- Buenos días. – contesta.
- ¿Por qué hace usted eso?
- ¿Qué? Yo no he hecho nada.
La conversación continua sin conseguir que la persona reconociera su evidente culpabilidad.
La persona era una “venerable” anciana de unos 80 años que vivía en el sexto con su hijo, su nuera y su nieto. No conseguimos más que esto.
A media mañana, el cristal apareció limpio. Y nadie vio quien lo limpió.
Sobre las 13 horas, bajo a la calle y me encuentro con Pepel. Celebramos el éxito de la operación “Caza Nocturna”.
Después aparece Mariano y su esposa y comentamos con gran alegría los sucesos de la noche y su desenlace positivo. Acordamos no decir nada a nadie para no humillar a la anciana frente a la comunidad. Y, probablemente frente a sus hijos.
Posteriormente descubrimos que no conocían el asunto. Por fin podríamos dormir tranquilos… asunto resuelto. ¡Qué tranquilidad después de un año!
Tantos meses sufriendo el problema. ¡Por fín resuelto!
Lunes 7:40 horas. Bajo para ir a trabajar. Satisfecho por la solución del asunto.
¡Por Dios! ¡¡Los cristales están sucios de nuevo!!
17 de Noviembre de 2006, viernes:
La preocupación por la situación existente desde hacía ya mas de un año se había convertido en obsesión. El problema no se resolvía y su resolución se convirtió en una necesidad del grupo. Todos lo comentaban pero nadie sabía cómo actuar. La desconfianza de unos en otros aumentaba de día día. Se dudaba hasta de las personas que, durante años fueron amigos. Las conversaciones con los vecinos siempre derivaban al mismo asunto...
Había que resolver la situación creada. El grupo se sentía humillado; había que actuar.
Personalmente traté de idear algún método que permitiera conocer a la persona que creaba los problemas todas las noches: micrófonos, cámaras espía, ocultamiento en algún recoveco de la escalera...
El problema es sencillo: Durante más de un año una persona de la comunidad se levanta por la noche y baja a manchar todos los cristales de las puertas del portal comunitario. Esto sucede desde que se contrató a una empresa de limpiezas para que realizara este servicio. Algunos de los vecinos no estaban de acuerdo, pero el contrato se aprobó por mayoría.
La persona mancha los cristales con restos de fruta, mermelada o grasa de freir. Dia tras día, ya durante más de un año.
00:00 horas:
El problema se genera por la noche. Cuando, todas las mañanas, salgo a a las 7:40 para ir a trabajar ya ha sucedido todo. Hoy voy a tratar de descubrir al culpable.
Me visto apropiadamente: ropa oscura para poder pasar inadvertido, calzado cómodo para poder correr hacia arriba y hacia abajo por las escaleras. Luces de casa, apagadas. Ventanas de la terraza y de la galería semiabieras para poder observar las luces de la vecindad.
A oscuras salgo al pasillo y llamo a los dos ascensores. Alli volverán una y otra vez, durante toda la noche. Desde la puerta entreabierta, observo su luminosidad que me permite conocer cuando se mueven.
La noche va a ser larga y puedo fracasar. Temo que puede convertirme en cazador cazado, pero debo seguir adelante. Silencio, silencio... El ruido de los vecinos va disminuyendo y las luces comienzan a apagarse.
Enseguida uno de los ascensores comienza a bajar. Por el hueco de la escalera observo que va al segundo piso. A oscuras bajo por la escalera hasta el tercero, desde donde puedo observar, en postura acrobática, lo que sucede en el piso inferior. Llego tarde y la persona baja al portal. Desciendo rápidamente. Nada. Todo esta bien. Los cristales siguen limpios.
Inicio la subida al quinto piso, por la escalera. Al llegar a mi destino, el ascensor que permanece alli cierra sus puertas y comienza a ascender. Al séptimo. Yo, al sexto. Llego tarde. Nueva bajada por la escalera hasta el portal. Permanezco con la puerta entreabierta unos segundos antes de salir. El vecino puede volver y el sospechoso entonces sería yo. Sudo, más por la tensión que por el esfuerzo. Salgo a la calle; la lluvia se convierte en un compañero agradable. Observo las ventanas de los vecinos, buscando luces encendidas. Al mirar hacia arriba las gotas caen en mis ojos, una sensación agradable.
Vuelvo a casa, al quinto piso. Llamo de nuevo a los ascensores. Siento un desagradable calor. Bebo agua. Me siento frente a la puerta entreabierta en una incomoda silla. Hay que esperar; estoy muy nervioso.
Llegan un par de vecinos jóvenes de recogida nocturna del viernes. Subo y bajo una decena de veces. Nada. Comienzo a sentirme cansado. ¿Por qué tengo que estar como un zorro al acecho mientras todos duermen?
03:30 horas:
Cansado y aburrido, bajo por última vez a ver el estado del portal. Todo bien. Me voy a la cama. No ha merecido la pena. He perdido el tiempo y me siento ridículo. No volveré a hacerlo.
19 de Noviembre, sábado:
9:00 horas:
Salgo de casa a comprar el periódico... ¡Vaya! El vecino dañino actuó... Los cristales estan sucísimos. Cada día es más eficiente en su actividad nocturna. !
Resto de la semana:
Todos los días observo con enorme rabia los resultados de la actuación nocturna de vecino. No puedo deducir qué tipo de motivación puede tener para persistir en su actuación noche tras noche.
No se puede soportar esta situación. El viernes próximo, volveré a la caza nocturna.
Ya tengo una ventaja: sé que actúa entre las 3 y las 7 y media de la mañana.
Semana siguiente
25 de Noviembre, viernes.
00:00 horas:
Me voy a la cama. Confío en que el vecino actúe después de las tres de la mañana. Programo el despertador para las 3:00 horas.
No puedo dormir. Intento leer, pero no consigo enterarme de lo que leo. Estoy nervioso y pendiente de la noche que me espera. Quizás hoy pueda identificar al vecino dañino, o al menos saber en qué piso vive.
Me levanto sobre la 1:00. Tomo un buen café. ¿Hace calor en casa o es mi nerviosismo? Me disfrazo: ropa oscura, zapatillas. Preparo la silla, llamo a los ascensores.
Nada. El ascensor sólo sube a gente joven que vuelven de sus salidas nocturnas. Me aburro. Me llevo el ordenador portátil a mi observatorio, pero temo que la luminosidad de la pantalla delate mi presencia. Además me impide ver bien los movimientos de los ascensores.
Bajo corriendo media docena de veces. En la calle, un fortísimo viento; varios árboles han caído hoy y aplastado coches. ¿Estaría mi querido vecino dentro de alguno de ellos? Me temo que no… Llueve, me paseo un rato. Pasa la policía y me observa con interés. Afortunadamente sólo queda en eso.
La noche continúa, aburrida. Una docena de falsas alarmas; una docena de bajadas y subidas entre el quinto piso y el portal. Abajo, todo bien. Los cristales del portal siguen limpios.
Por las ventanas observo la actividad nocturna de mis vecinos, delatados por las luces de sus ventanas. Me sorprende comprobar la notable actividad que hay en varias casas. Parece que el insomnio es un compañero habitual (por sus edades, no quiero pensar en que realicen otro tipo de actividades.)
Al acercarme a la puerta, golpeo con la cabeza en el telefonillo del portero automático. Creo que el ruido se escucha desde la calle. ¿Debería ponerme el casco de la moto?
Pasa el tiempo, subo y bajo otras seis veces, a oscuras. Varias falsas alarmas. En un momento dado me descuido y compruebo una inusitada actividad de ascensores. No puedo bajar por la escalera; en el tercero hablan dos personas. Se desatan mis nervios. Siempre sospeché que el culpable residía en el tercero.
Al estar la escalera ocupada, bajo por el ascensor. En el portal, todo bien.
05:45 horas:
Decido acostarme. No merece la pena continuar. Bajo una vez más a comprobar que todo está bien. Subo por la escalera, a oscuras, como siempre.
Al llegar al quinto, miro hacia abajo y observo que el vecino del tercero, Pepe, baja andando por las escaleras. Sólo enciende la luz de su rellano… El resto desciende a oscuras… ¿por qué? ¿Se van a confirmar mis sospechas y va a ser “la mano negra” comunitaria? Siempre pensé mal de él...
Bajo a ver. Todo está bien. Ni rastro de Pepe.
Subo por las escaleras. Los dos ascensores permanecen en el quinto.
De nuevo en mi observatorio. Me aburro. Estoy cansado.
6:00 horas:
Una última mirada. Hay ruido en el rellano de mi piso. Todo casi oscuro, iluminado por la luz de los ascensores. De repente, el vecino del otro extremo del rellano del quinto, Mariano, sale de casa y, a oscuras, toma el ascensor. Deseo, con sinceridad, que no sea él el ser indeseado. Me cae bien.
Carrera por las escaleras hasta el bajo. Cuidado, ¡aquí pasa algo! El portal está completamente a oscuras. Yo sé que Pepel tiene llave del cuarto de luces. No hay nadie. ¿Dónde se ha metido Pepe? ¿A dónde iba Mariano un sábado que no trabaja?
Salgo a la calle, sigue lloviendo. Me mojo un rato. Vuelvo a entrar. Despacio…
Me siento observado y algo asustado. Los cristales están bien. Subo el tramo de escaleras que conducen a los ascensores. A la derecha está la puerta de las escaleras…
¡Cuidado! Esta entreabierta unos centímetros. Cuando bajé antes por uno de los ascensores, no estaba así. ¿Habrá alguien ahi?
Me acerco despacio a la puerta y, por el espacio que queda al estar entreabierta, introduzco la mano y el brazo para pulsar el interruptor de la luz, que se encuentra en el interior…
Todo está a oscuras… y de pronto… ¡Ay! Dos fuertes manos me agarran el brazo derecho desde detrás de la puerta.
…a modo de epílogo:
Y sentí verdadero miedo. Esperé una agresión y me preparé para la defensa.
A la vez que me agarraban del brazo, alguien dijo:
- ¡Tranquilo vecino! ¡No pasa nada, somos nosotros!
Conocí la voz. Era Pepe. A su lado estaba Mariano.
- ¿Qué hacéis aquí? –les pregunté.
- Lo mismo que tú –me respondió Mariano.
La situación pasó de dramática a jocosa. Resulta que ellos dos habían acordado, la noche anterior, verse a las 6 de la mañana y localizar al autor de la suciedad diaria del portal. No sabían que yo iba a lo mismo. En un primer momento fui el principal sospechoso para Mariano. Para Pepe, no, ya que conocía, desde hacía tiempo, quien era el autor de los problemas comunitarios. Nos comentó Pepe que hacía meses descubrió a la persona que manchaba el portal. Pero no estaba dispuesto a decirlo. Sólo nos dijo que esperáramos hasta las 6:45 ó 6:50, hora habitual de actuación de la persona. Para él era la tercera noche de cacería. En una ocasión anterior vio a la persona manchar los cristales estando él frente a la puerta. La persona estaba tan concentrada en su acción que no le vió… Sólo nos confesó que era del quinto piso para arriba… Finalmente nos dijo quien era, tras mucho insistir. Sin embargo, dijo que si había problemas él iba a negar todo. Creo que la postura era lógica. Conocer la autoría fue una sorpresa.
De repente… ruido en el sexto. Un ascensor comienza a subir. La luz del rellano no se enciende. La persona entra en el ascensor a oscuras. Por una rendija entre la puerta y su marco, vigilamos desde la escalera...
La persona sale del ascensor… la cámara de video para grabar, no es empleada. La persona, al salir, extrae de su bolsillo una bolsa de plástico, Poniendo la mano por debajo y poniéndola casi al revés, mancha los cristales con su contenido (aparentemente aceite usada de freír). Después, sale a la calle y arroja la bolsa al contenedor de la basura.
Salimos y le saludamos:
- Buenos días.
- Buenos días. – contesta.
- ¿Por qué hace usted eso?
- ¿Qué? Yo no he hecho nada.
La conversación continua sin conseguir que la persona reconociera su evidente culpabilidad.
La persona era una “venerable” anciana de unos 80 años que vivía en el sexto con su hijo, su nuera y su nieto. No conseguimos más que esto.
A media mañana, el cristal apareció limpio. Y nadie vio quien lo limpió.
Sobre las 13 horas, bajo a la calle y me encuentro con Pepel. Celebramos el éxito de la operación “Caza Nocturna”.
Después aparece Mariano y su esposa y comentamos con gran alegría los sucesos de la noche y su desenlace positivo. Acordamos no decir nada a nadie para no humillar a la anciana frente a la comunidad. Y, probablemente frente a sus hijos.
Posteriormente descubrimos que no conocían el asunto. Por fin podríamos dormir tranquilos… asunto resuelto. ¡Qué tranquilidad después de un año!
Tantos meses sufriendo el problema. ¡Por fín resuelto!
Lunes 7:40 horas. Bajo para ir a trabajar. Satisfecho por la solución del asunto.
¡Por Dios! ¡¡Los cristales están sucios de nuevo!!
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