Formación de las olas

Las olas marinas son formadas por la fricción que imprime el viento sobre la superficie marítima, dichas olas son resultado de esta prolongación entre ambos medios, el agua del mar y el aire de la atmósfera.

Las modificaciones en la presión atmosférica generan oscilaciones en la superficie del mar. A su vez, la acción del viento rozando esta superficie da lugar a lo que actualmente se conoce como ondas capilares (cuando el empuje es leve) y ondas gravitatorias (cuando esta fricción ejercida sobra la lámina del agua tiene más intensidad.

Por lo general, los vientos más intensos generan que las olas sean más altas. Aquí entran en juego factores como la intensidad y la velocidad de la acción eólica, también la cantidad de tiempo que el aire posee una dirección estable, la profundidad y la superficie afectada del agua. A medida que las olas van acercándose a la orillas, estas avanzan más despacio, ya que la profundidad es menor, mientras que la altura de las cresta va aumentando.

En una ola no se traslada el agua, solo sube y baja en la misma posición.En realidad se produce un pequeño desplazamiento neto del agua en la dirección de propagación, dado que en cada oscilación una molécula o partícula no retorna exactamente al mismo punto, sino a otro ligeramente más adelantado (respecto al sentido de propagación de la onda). Es por esta razón por la que el viento no provoca solamente olas, sino también corrientes superficiales.




 El fenómeno es provocado por el viento, cuya fricción con la superficie del agua produce un cierto arrastre, dando lugar primero a la formación de rizaduras (arrugas) en la superficie del agua, llamadas ondas u olas capilares, de sólo unos milímetros de altura y hasta 1,7 cm de longitud de onda. Cuando la superficie pierde su lisura, el efecto de fricción se intensifica y las pequeñas rizaduras iniciales dejan paso a olas de gravedad. Las fuerzas que tienden a restaurar la forma lisa de la superficie del agua, y que con ello provocan el avance de la deformación, son la tensión superficial y la gravedad. Las ondas capilares se mantienen esencialmente sólo por la tensión superficial, mientras que la gravedad es la fuerza que tensa y mueve las olas más grandes. 

Cuanto mayor es la altura de las olas, mayor es la cantidad de energía que pueden extraer del viento, de forma que se produce una realimentación positiva. La altura de las olas viene a depender de tres parámetros del viento, que son su velocidad, su persistencia en el tiempo y, por último, la estabilidad de su dirección. Así, los mayores oleajes se producen en circunstancias meteorológicas en que se cumplen ampliamente estas condiciones.

Una vez puestas en marcha, las olas que se desplazan sobre aguas profundas disipan su energía muy lentamente, de forma que alcanzan regiones muy separadas de su lugar de formación. Así, pueden observarse oleajes de gran altura en ausencia de viento.

Llega un momento en que la cresta de la ola se mueve más rápidamente que su zona inferrio y se adelanta a esta, produciendo lo que se llama "rotura de la ola".

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