Alquimia y piedra filosofal

La imagen tradicional del alquimista medieval sigue siendo la de un sabio anciano de aspecto inquietante, que experimenta en un laboratorio oscuro con recetas extraídas de antiguos libros mágicos para fabricar la famosa piedra filosofal, el elixir de la inmortalidad o bien, oro puro obtenido a partir de metales corrientes. 

     Considerada como una pseudo-ciencia, la alquimia se practicó aproximadamente desde el siglo IV a. C. hasta el surgimiento de la química y las ciencias naturales, a comienzos del XVII. Su época de época de esplendor se sitúa en la Europa medieval. A partir de la etapa final de la Edad Media se escribieron numerosos libros el denominado «Arte Hermético». 

     La palabra alquimia, del árabe al-kimiya, cuyo significado es similar al de química, tiene, sin embargo, una connotación distinta al concepto actual del término, ya que hace referencia a trascendental, espiritual. 

Alquimista (David Teniers)

     Los alquimistas, en su afán de conseguir nuevos materiales, desarrollaron diversas técnicas químicas, tales como la filtración y la destilación. Asimismo, crearon nuevas aleaciones, descubrieron elementos desconocidos hasta entonces y obtuvieron por métodos químicos los ácidos y las bases más comunes.

     Habitualmente, los alquimistas eran también médicos y poseían conocimientos de astrología y filosofía. El más célebre de ellos fue, sin duda, el suizo Paracelso (1493 – 1541), considerado como el iniciador de la medicina hermética y la terapéutica química.

   Los conocimientos fueron registrados mediante el empleo de símbolos y figuras; generalmente, estas obras se escribían bajo seudónimo. Por otra parte, la carencia de un patrón idéntico para el uso de los signos y símbolos dificulta en gran medida el estudio de la alquimia.

     Uno de los textos mentales en el ámbito de la alquimia es la Tabla de Esmeralda, escrita en un lenguaje incomprensible para aquellos que no están iniciados en el arte hermético.

La piedra filosofal, el objetivo de la alquimia 

     La piedra filosofal es una sustancia alquímica legendaria que se dice que es capaz de convertir los metales bases tales como el plomo en oro  o plata. Ocasionalmente, también se creía ser un elixir de la vida, útil para el rejuvenecimiento y, posiblemente, para el logro de la inmortalidad. Durante muchos siglos, fue el objetivo más codiciado en la alquimia. La piedra filosofal era el símbolo central de la terminología mística de la alquimia, que simboliza la perfección en su máxima expresión, la iluminación y la felicidad celestial.  
    
     Tres fueron los objetivos fundamentales que persiguieron los alquimistas. Por un lado intentaron la transformación de metales innobles, como el plomo y el cobre en metales preciosos, como la plata y el oro. Además, trataron de crear una sustancia que fuera capaz de curar todas las enfermedades. Finalmente se aplicaron a descubrir el elixir de la inmortalidad.

     Todo se resumía en la búsqueda de la piedra filosofal, considerada como la única sustancia capaz de conseguir la transmutación, la panacea universal y la inmortalidad. La creencia más extendida afirmaba que esta sustancia, puesta en un metal innoble como el hierro, mediante el proceso de fusión, sería transformada en oro.

La verdadera Piedra Filosofal es roja. Este polvo rojo posee tres virtudes:

     1. Transforma en oro el mercurio o el plomo en fusión, sobre los cuales se deposita una pulgarada. (Digo en oro, y no “en un metal” que se le aproxime más o menos, como lo ha creído, ignoro por qué, un sabio contemporáneo)

     2. Constituye un enérgico depurativo de la sangre y, cuando se la ingiere, cura cualquier enfermedad.

    3. También actúa sobre las plantas, y las hace crecer, madurar y dar frutos en unas horas.

Los siete principios fundamentales

     Los alquimistas creyeron firmemente en la existencia de siete principios básicos. Estos siete fundamentos eran el fuego, el aire, la tierra y el agua, además de otros tres elementos esenciales: la sal, el mercurio y el azufre. El azufre poseía un carácter masculino, mientras que al mercurio se le atribuían peculiaridades femeninas y pasivas.

     La alquimia buscó su apoyo en la ciencia de la astrología, pues desde los tiempos antiguos existía la creencia de que cada metal se encontraba bajo el influjo de un cuerpo celeste; por ejemplo, el hierro se correspondía con Marte, la plata con la Luna, el oro con el Sol, y así sucesivamente. De esta manera, cada metal era asignado con un símbolo igual que el de su planeta correspondiente.

     La alquimia parte de la teoría de que los tres elementos fundamentales pueden ser combinados en distintas proporciones para formar nuevos cuerpos.  

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